Siempre establecemos “patrones normales de placer” desde el estímulo inicial, en este caso el café, hace participar los detectores de la lengua y del olfato, los cuales envían sus sensaciones al cerebro y éste puede llegar a creerse que necesita esa sustancia. Estos patrones de conducta alimenticia eligen comida o bebida: -“eso que nos gusta”-.
Si se sobrepasan, se transformarán en “eso que nos apasiona” y que termina siendo “eso que es irresistible”. Ahí se inicia la adicción, en este caso al aroma y sabor del café o al efecto estimulante de la cafeína.
La cafeína, es un estimulante del sistema nervioso capaz de incidir sobre el rendimiento intelectual y cardíaco. Los productos más habituales que lo poseen son el café, las bebidas refrescantes de cola y, en menor cantidad, el té y el cacao.
Un café es permisible para estudiar, trabajar o hacer deporte, siempre que esté dentro de lo permisible. Más dañino que el café exprés es el café de filtro, que arrastra más derivados químicos que el aromático café instantáneo.
La ingesta de una a tres tazas de café/día no parece estimular los centros cerebrales de la adicción al café. Después de tres o cuatro días de una ingesta superior a tres tazas, en función a las peculiaridades del consumidor, puede establecerse una dependencia en su consumo. Síntomas de sobre dosis: Insomnio, irritabilidad, palpitaciones, dolor de espalda, gastritis, reflujo gástrico, alteraciones metabólicas diversas…
Nunca debería superarse el límite de las tres tazas diarias. Los datos revisados sobre su acción perjudicial, superan los hipotéticos beneficios que se le atribuyen.
Valores medios aprox. “en los límites”: 200 mg de cafeína / día ó 500 mg de teobromina / día
Fuente: http://www.sanitas.es